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Reinventarse. No tener miedo a vivir

Coaching, Mentoría

Emprender conlleva crear. Previo a cualquier tipo de emprendimiento en necesaria la existencia de una idea creativa. Porque emprender no es otra cosa que hacer realidad esa idea. Y reinventarse es emprender ideas que, hasta el momento, ni siquiera te planteabas como una posibilidad seria. 

 

Cuando una mujer decide enfrentar el miedo a vivir, reinventarse es la consecuencia natural.

María…

Voy a presentaros a María. María es una chica que ayer cumplió 40 años. Cómo era sábado, le esperaba un improvisado desayuno preparado con todo el amor posible por su pareja e hijos. Habían decidido ir a celebrarlo juntos, en el restaurante favorito de los niños, antes de dejarlos en casa de los abuelos para poder salir a cenar con amigos esa misma noche.

Mientras María se arreglaba pensaba que tenía ganas de ver a su amiga Irene. Hacía un año que se había mudado a otra ciudad en un repentino cambio de vida que sorprendió a todos. Y ya habían pasado seis meses desde la última vez que se habían visto. Aún así, a través de las redes era testigo de lo bien que parecía estar yéndole. La admiraba y envidiaba a partes iguales.

La cena transcurrió tan divertida como siempre que se juntaban todos. María fue debidamente agasajada con una tarta sorpresa y un coro de voces cantándole “Cumpleaños Feliz”, al cual también se unieron algunos desconocidos comensales.

Una vez decidida la discoteca a la que irían a beber y bailar, como si no hubiera un mañana, tardaron poco en convencer a los renuentes de siempre (hacía demasiado tiempo que ninguno salía un sábado).

Hasta entonces, María no había tenido la oportunidad de hablar a solas con Irene pero en el camino se enganchó a su brazo:
— Bueno, cuéntame como va todo. En instagram veo que estás on fire.

Irene la miró sonriente.
— Pues no me puedo quejar la verdad. Dejar mi antiguo trabajo fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.

—Tuviste los ovarios bien gordos, de eso no hay duda.

Irene lanzó una carcajada y a continuación se puso seria.
— Es que ya no podía más. Ya sabes a qué me refiero.

María lo sabía sin duda. Durante años ambas se había quejado juntas de sus respectivas empresas. Años en los cuales María había acabado siendo consciente de que jamás llegaría a gustarle su trabajo. De hecho, en ese instante pensó en que era sábado por la noche y quedaba poco más de un día para que el maldito lunes comenzara de nuevo. Sintió un calambre en el estómago.

— Sí, lo sé pero…¿cómo lo hiciste? ¿Cómo no me contaste nada?

— Cuando di el paso definitivo necesité hacerlo a mi manera, sin decírselo a nadie previamente para no escuchar algo que me hiciera dudar de nuevo y esperar un poco más.

— Entiendo

¿Lo diría por ella? Lo cierto era que en sus miles de conversaciones soñando con hacer una locura y dejarse llevar ambas siempre habían sabido, por igual, que no hablaban en serio. Las dos habían tenido siempre muy clara la cantidad de dificultades que conllevaría arriesgarse a cerrar la única fuente de ingresos estable que tenían.¡Eran madres!. Era impensable. Imposible. ¿Lo diría por ella?

— Hacía mucho tiempo que no era yo misma, María. Fingía para que los demás no me preguntaran qué me pasaba, y sencillamente porque no podía responder. El único con el que hablaba de como me sentía era Jorge y él no paraba de preguntarme qué quería hacer cuando yo no sabía qué quería. La única certeza que tenía era lo que NO quería. Lo único que sabía era que NO quería seguir levantándome cada mañana para ir a trabajar a una empresa donde no se valoraba todo aquello de lo que yo era capaz. Solamente tenía la seguridad de que NO quería seguir dedicando la mayor parte de mi tiempo a un trabajo que me parecía gris y que ni siquiera tenía una utilidad básica para mí. — María asintió invitándola a continuar — Dedicaba más de cuarenta horas a la semana a un trabajo que no importaba, es decir, que estaba viviendo una vida que, de repente, no me parecía importante. Lo único que tenía claro era que NO quería seguir sintiéndome *atrapada*…  — Irene se llevó la mano a la sien— Y algo me hizo clic en la cabeza: no podía continuar desperdiciando mi tiempo. Tenía que dedicarlo a lo que fuera que significara algo . Ese fue el momento en el cual apareció en mi mente, por fin, una pregunta clara y concisa:

¿A qué? ¿A qué quiero dedicar la mayor parte de mi tiempo?

Lo siguiente fue entender que no tenía la respuesta.

María aprovechó para hacerse esa misma pregunta en silencio y se sitió incómoda cuando descubrió que ella, realmente, tampoco lo sabía.

— ¿Qué hiciste entonces?

— Busqué ayuda para averiguarlo. Lo primero, como siempre, fue internet. Ahí me percaté de que no era la única que no tenía ni idea de qué hacer con su vida (un alivio, por cierto). Y encontré algunas herramientas, algunos libros, recursos que me ayudaron a darme cuenta de que para responder a la gran pregunta, debía dar respuesta primero a otras, también difíciles de contestar:

¿Qué me gustaba hacer realmente, qué me apasionaba de verdad?;  ¿Qué se me daba bien?;  ¿Qué iba en mi contra?

— Bueno, yo puedo decir lo que me gusta. Me gusta ir a la playa y tomar el sol, me gusta salir en bicicleta por la montaña, me gusta…

Irene la interrumpió:

— Sí pero, ¿qué te gusta exactamente de ir a la playa y tomar el sol? ¿Qué te gusta de ir en bicicleta por la montaña?

— ¿Cómo? No sé… me gusta… estar allí tumbada al sol.

María la miraba sin entender pero Irene insistió:

— ¿Qué te gusta de estar allí tumbada, al sol?

María cerró los ojos y se vio en su playa de siempre, echada sobre la toalla oyendo el vaivén de las olas.

— Me gusta la sensación de calidez; el estar conmigo misma; me gusta que no tengo que hacer nada más que estar allí y es suficiente.

— ¿Qué te gusta de ir en bici por la montaña?

— Sentir el aire en la cara, ver naturaleza, que puedo decidir qué camino coger sin pensar demasiado.

— ¿Qué crees que tienen en común la calidez, estar contigo misma, no tener que hacer nada más que estar allí, el aire en la cara, la naturaleza, decidir sin pensar…?

María la miró a los ojos:

— La libertad. Ser libre.

Irene sonrió y le dio una palmada en la mano que aún seguía cogiéndole del brazo.

— No es ir a la playa o montar en bici, entre otras cosas, lo que te gusta es ser libre. Para estar o no estar, para ir por aquí o por allí. Podría preguntarte entonces “qué significa la Libertad para ti” y seguir indagando, ¿entiendes? No es fácil contestar.

— ¿Y cómo lo conseguiste?

— Busqué a alguien que supiera hacerme las preguntas adecuadas y me acompañara a lo largo de esa investigación sobre mí misma. Es una investigación apasionante.
Después de meses de trabajo, sentí que tenía esas respuestas y entonces apareció la última gran pregunta a responder:

¿Cuál es mi propósito en esta vida, qué creación quiero que perdure cuando ya no esté, para qué quiero hacer lo que de verdad me apasiona?

Esta es la pregunta más difícil de todas y tuve que hacer muchos ejercicios para responderla. Sin embargo, cuando lo conseguí fue como si se abriera una puerta a un conocimiento mucho más profundo de mí misma. Todo se dibujó delante de mí con una facilidad pasmosa. Cuando el objetivo está claro dar pasos para llegar es cuestión de avanzar un pie y luego otro. Además, pasa algo… — Irene calló un segundo pero María la instó a seguir hablando — parece una locura María pero te juro que cuando colocas tu brújula en la dirección correcta parece que el universo se ponga de tu parte. — María la miraba sin entender del todo — En fin, hablé con Jorge y le conté mis planes y cuando decidí que había llegado el momento, me levanté una mañana, me fui a la oficina, entré en el despacho de ya-sabes-quién, y le dije que renunciaba. Tal y como salí por la puerta sentí un miedo tan intenso que creí que iba a vomitar en las escaleras. A punto estuve de darme la vuelta y decirle que todo había sido una broma— se tapó la cara con las manos escondiendo la risa — pero me obligué a seguir bajando escalón tras escalón. Cuando salí a la calle cogí aire, dejé que el sol me diera en la cara y sonreí. Sabía quién era y qué quería y eso me hacía libre. No permití que el futuro incierto o el pasado gris me estropearan ese momento. Ese instante era ahora y mío.

María caminaba a su lado en silencio, con la cabeza gacha. Como vio que Irene no seguía hablando levantó la vista y la miró:
— ¿Y después? ¿Qué pasó?

— Si te refieres a que si ocurrió una catástrofe y el mundo se me vino abajo, no, no pasó nada de eso. Yo ya había hecho mi trabajo. Había realizado una gran labor de investigación y la información que tenía me era suficiente para tomar decisiones con seguridad. Me había tirado a la piscina pero con todo un arsenal de recursos: flotador, toalla para después, aletas, bombona de oxígeno y además bajé por las escaleras por si no había agua.— Ambas prorrumpieron en carcajadas mientras se imaginaban la escena.— A partir de ese día, todo fue a mejor. Obviamente tuve que esforzarme por sacar mi proyecto adelante y ten por seguro que no fue una alfombra esponjosa llena de flores por donde ir paseando mientras saludo con la mano, no. Pero fue MI alfombra, hecha a MI medida y cada paso que di fue hacía lo que sabía que quería YO y eso, como dicen en el anuncio, no tiene precio.

— ¿No te dio miedo saber que había pocas mujeres que hicieran lo que tú?

— Una vez leí: la brecha de sueños es el vacío existente entre lo que una niña aspira a ser y lo que la sociedad le dice que puede ser. Yo quiero ser un referente que le diga, aunque solo sea a una de esas niñas, tú también puedes serlo.

 

 

— A mí siempre me han dicho que el arte es un hobbie, que no se puede vivir de ello, pero yo siento que me falta algo, que necesito crear. En mi trabajo no creo nada y es como si me sintiera cada vez más muerta.

María notó como el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho, nunca había dicho nada parecido en voz alta, ni siquiera recordaba habérselo expresado a sí misma tan dolorosamente.

Irene le apretó la mano.
—A muchas de mis amigas artistas les hace falta entender que el arte forma parte de una mercado igual que todo lo demás. Delante de ellas lo llamo *zona de intercambio* para que se sientan más cómodas. Tú quieres, necesitas crear y para poder seguir creando precisas unos recursos que no tienen que ver con el arte. Porque tú no te alimentas de un plato de pinceladas, mezclado con un obra de teatro en su punto y aderezado con una sabrosa melodía. Tú requieres que otra persona quiera hacer un intercambio contigo. Dicho en plata, necesitas cobrar. Y podrías decir: mi arte no se vende. Fantástico, entonces tendrás que vender tu alma haciendo algo que no te gusta, para cobrar…. Esa es una forma como otra cualquiera de acallar esa vocecita maligna que te dice: ¿Y si en realidad no tienes tanto talento como crees? —María sintió una punzada en el costado pero siguió caminando.—No es fácil vivir del arte porque en las escuelas de arte no se les habla de esto. Tú y yo sabemos lo que es la estrategia empresarial. —María asintió. Lo aprendieron juntas en la misma facultad. —Pues aplícaselo a cualquier proyecto artístico o creativo y verás que no es más difícil que cualquier otro.

— Hemos llegado a la discoteca.—María lo anunció con un deje de tristeza.— ¿Hasta cuándo te quedas Irene? Tengo que seguir hablando contigo de este tema. Me está explotando la cabeza.

Irene rió.
— No te preocupes, aún me quedaré por un tiempo. Ahora disfruta este momento que cuarenta años no se cumplen todos los días ¡y vamos a bailar hasta morir que no recuerdo la última vez!

— ¡Uy! ¡Cuarenta años! ¿Ves? ahí tienes otra dificultad añadida más.

— La próxima vez que nos veamos te hablaré de unas cuantas cuarentañeras que lograron responderse a esas preguntas y verás lo qué les ocurrió después…

(continuará)

 

Cuarenteañeras que cambiaron el mundo al reinventarse

En mi blog podréis encontrar de momento dos de ellas, a cual más increíble, pero vendrán más.

 

Si quieres saber sobre mi método de mentoría y como ayudo a personas como María e Irene a responder sus preguntas, ponte en contacto.